La riqueza de una infancia pordiosera
Una muñeca de trapo connota ternura, niñez, alegría, fantasía. Una muñeca de trapo aparece con alegría en el día de los “traídos”. Muchas muñecas de trapo reposan al lado de niñas durmientes, esperan que amanezca para que su dueña les dé vida a través del lenguaje y la fantasía.
Otras, muñecas diabolizadas, simbolizan el maltrato de la mujer, la castración de sueños, la decapitación de los ideales. Hay muñecas que simbolizan a Colombia: vejada, violentada, hecha trapo jubilado de cocina, con telas pordioseras, manipulada en “bien” de unos pocos; osea que ya nos es “bien” porque tal, es para el común; el bien es para las muchedumbres, nos iguala a todos.
Otras muñecas saltan de la repisa endemoniadas, asustan a los niños, se dejan poseer por una risa macabra y lanzan amenazas a los infantes. Malditas muñecas que no se meten con los grandes, con los padres.
Hay muñecas que protagonizan películas de terror; otras, protagonizan el consumismo profundo del capitalismo y se visten de vanidades, tiñen sus cabellos de rubio brillo y seducen a las niñas para que pierdan su inocencia, esnobistas.
Hay muñecas que reflejan la riqueza, la verdadera riqueza: son las pobres, las que fueron creadas del retazo sobrante de mamá y de la abuela, rellenas de paja vecina, pintadas con incipiente color, recursivas. Las muñecas de “los pobres” están llenas de fantasía, elaboración de lenguaje y discurso interno. Alegran el alma de pordioseras mañanas. Acompañan la cálida noche del que tiene otras carencias. Esas me gustan: las muñecas de la rica infancia pordiosera. Tienen más historias qué contar.
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