Yes, 'n' how many times must the cannon balls fly before they're forever banned?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.
How many years can a mountain exist
Before it's washed to the sea?
Yes, 'n' how many years can some people exist
Before they're allowed to be free?
Yes, 'n' how many times can a man turn his head, pretending he just doesn't see?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.
How many times must a man look up
Before he can see the sky?
Yes, 'n' how many ears must one man have
Before he can hear people cry?
Yes, 'n' how many deaths will it take till he knows that too many people have died?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.
¿Cuántos caminos una persona debe de caminar antes de que lo llames un hombre?
¿Cuántos mares debe de navegar una paloma blanca antes de que duerma en la arena?
¿Cuánto tiempo tienen que volar las balas del cañón antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento, la respuesta está soplando en el viento.
¿Cuántos años puede existir una montaña antes de que esté descolorida por el mar?
¿Cuántos años puede la gente existir antes de que les sea permitida la libertad?
¿Cuántas veces un hombre puede voltear la cabeza pretendiendo que no ve?
La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento, la respuesta está soplando en el viento.
¿Cuántas veces un hombre debe de alzar la vista antes de que pueda ver el cielo?
¿Cuántos oídos debe tener un hombre antes de que pueda escuchar a la gente llorar?
¿Cuántas muertes tendrán que pasar hasta que él sepa que mucha gente ha muerto?
La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento, la respuesta está soplando en el viento.
Bob Dylan
Nació en Duluth, Minnesota, Estados Unidos; 24 de mayo de 1941, nacido como Robert Allen Zimmerman, es un músico, cantante y poetaestadounidense. Ha sido, durante cinco décadas, una de las mayores figuras en la música popular, siendo considerado uno de los compositores y músicos más influyentes y prolíficos del siglo XX.2
Muchos de los más célebres trabajos de Dylan datan de la década de 1960, en la cual se convirtió en un cronista informal de los conflictos estadounidenses. Aunque es bien conocido por revolucionar el concepto de los límites de la música popular en 1965 con el single "Like a Rolling Stone"3 de seis minutos de duración, algunas de sus primeras canciones, como "Blowin' in the Wind" y "The Times They Are a-Changin'", se convirtieron en himnosantibélicos y de los movimientos civiles de la época.4 Uno de los últimos álbumes de estudio de Dylan, Modern Times, publicado en 2006, entró directamente en el primer puesto de la lista Billboard 200 y fue nombrado álbum del año por la revista musical Rolling Stone.
Las primeras letras de Dylan abordaban temas sociales y filosóficos y delataban una fuerte influencia literaria, desafiando la música pop convencional existente y apelando generalmente a la contracultura de aquel tiempo. Mientras expandía y personalizaba estilos musicales, mostraba una firme devoción por muchas tradiciones de la música americana, desde el folk, el country, el blues, el gospel, el rock and roll y el rockabilly hasta la música folk inglesa, escocesa e irlandesa, pasando por el jazz y el swing.56
Dylan interpreta mediante guitarra, teclado y armónica. Respaldado por una cambiante alineación de músicos, ha permanecido de gira de forma constante desde finales de la década de 1980, en lo que ha venido a conocerse como el Never Ending Tour (la gira interminable). Sus logros en el estudio de grabación y como artista han sido una de las señas de identidad de su carrera, aunque generalmente se considera que su mayor contribución consiste en la composición y escritura de canciones.7
A lo largo de su carrera, Dylan ha sido reconocido y honrado por sus composiciones, interpretaciones y grabaciones. Sus discos le han valido varios Grammys, Globos de Oro y premios de la Academia, y su nombre se halla en el Salón de la Fama del Rock and Roll, el Salón de la Fama de Compositores de Nashville y el Salón de la Fama de los Compositores. En enero de 1990, fue investido Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministro de Cultura de Francia Jack Lang. En 1999, fue incluido en la lista de las cien personas más influyentes del siglo XX elaborada por la revista Time. En el año 2000, ganó el Premio de Música Polar de la Real Academia Sueca de Música,8 y en 2004 alcanzó el segundo puesto en la lista de los 100 mejores artistas de todos los tiempos elaborada por la revista Rolling Stone, después de The Beatles.910 El 13 de junio de2007 fue premiado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes,11 y en 2008 recibió un reconocimiento honorario del Premio Pulitzer por su "profundo impacto en la música popular y en la cultura americana, marcado por sus composiciones líricas de extraordinario poder poético". En este contexto, desde 1996 diversos autores y académicos han nominado a Dylan para la candidatura del Premio Nobel de Literatura.12131415
Natalia Orozco es una periodista antioqueña que desde hace 10 años se desempeña como corresponsal internacional, enfrentándose a la cobertura de distintos conflictos bélicos como la pasada guerra en Libia.
Ingeniosa para sobrevivir a la guerra y narrar su horrores. Sin escatimar esfuerzos, en medio de las balas y los cadáveres que dejan los conflictos, Natalia Orozco, una periodista antioqueña egresada de la UPB, ha informado sobre varios conflictos desde el frente de batalla, labor que ha sido reconocida con numerosos galardones. EL COLOMBIANO dialogó con ella sobre el desempeño de su profesión.
Ya son 10 años como corresponsal internacional ¿Cómo ha sido la experiencia?
"Mi trabajo me ha permitido cubrir durante 10 años, desde el lugar de los hechos, algunos acontecimientos mundiales que marcaron la historia reciente. Me siento muy privilegiada y sobretodo muy agradecida. Primero fue EL COLOMBIANO el que me dio su voto de confianza y me inauguró como corresponsal en Francia, asignándome la entrevista al entonces presidente Andrés Pastrana en su visita a París. Después fue para radio y TV que cubrí la muerte de Yasser Arafat. Como enviada de Caracol Radio , seguí al expresidente Álvaro Uribe a capitales de Europa. Finalmente cubrí para RCN, Univisión, NTN24y Teleamazonas , la guerra en Libia".
¿Qué le dejó la cobertura en Libia?
"Me dejo vivencias de enorme intensidad, una gran experiencia profesional y un segundo premio Simón Bolívar. La cobertura de una guerra es extremadamente demandante periodística y emocionalmente. Mas aún, en esta guerra, en la que no teníamos ninguna conexión con el mundo exterior, no había teléfonos ni internet. Eventualmente un satelital que funcionaba de vez en cuando. Dado que las condiciones logísticas fueron tan difíciles, especialmente en Trípoli, las relaciones de solidaridad que se crean con los colegas son muy fuertes. Cuando llegamos, la ciudad estaba en pleno combate y llena de francotiradores. No había agua y la comida escaseaba. El hotel fue atacado varias veces. Entendí lo que quiere decir que 'el estrés de una noticia va mas allá de no dejarse chiviar'. Tiene que ver con registrar los hechos y mantenerte con vida".
¿Cómo analiza la muerte de Gadafi?
"Hubiera preferido verlo enfrentado a una corte internacional. En esta guerra se dieron excesos de una crueldad indescriptible de ambos bandos y errores de la Otán. No me sorprendió que las cosas terminaran de esa forma, pero es un mal principio para una transición a la democracia".
Con el documental "Guantánamo: ¿hasta cuándo?" ganó su primer Premio Simón Bolívar ¿Qué recuerda de esa experiencia?
"El Pentágono permite que algunos periodistas lleguen a la prisión y comienza un espectáculo, frente al cual tenía que ser muy crítica. Recuerdo que me tocó respirar profundo cuando nos mostraban a los prisioneros (mucho de ellos ya libres de todo cargo) detrás de un vidrio como si fueran animales en un zoológico. No podíamos entrevistarlos. Cruzábamos miradas mientras lo militares nos narraban lo bien que eran tratados. Una vez salí de Guantánamo le pedí a mis jefes el permiso para dedicarme a buscar los exdetenidos que tratan de reconstruir sus vidas en Europa. Que me permitieran hablar con sus abogados y con defensores de derechos humanos y confrontar las versiones. Afortunadamente me lo autorizaron".
¿Cómo ve el periodismo de hoy y el valor de las redes sociales?
"Son herramientas de enorme valor que deben ser adoptadas con profundo criterio y en la gran mayoría, confrontadas con rigor. Pero sin duda representan una oportunidad y un desafío al periodismo. Nos obligan a reinventar, repensar y reformar nuestra capacidad de investigar, analizar e informar".
¿Cómo analiza la labor informativa en Colombia?
"Hay medios y periodistas que realizan un trabajo maravilloso, que me inspiran enorme respeto por el reto de ejercer la profesión en un país tan apasionante y complejo como Colombia. Como corresponsal internacional me he sentido libre de decir lo que pienso y preguntar lo que creo pertinente. Pero después de haber observado con enorme atención el periodismo en el país, me preocupa mucho el tema de la autocensura".
¿Cuál es el consejo que le da a las nuevas generaciones de periodistas?
"Creo que la integridad, la curiosidad insaciable, la mirada sensible y solidaria al mundo, sumados al criterio y a la intuición son el capital principal de todo periodista. El periodismo, que no es una profesión sino una vocación, está hecho para confrontar verdades a medias que las instituciones, los hombres de poder, las grandes corporaciones, e incluso las tradiciones nos hacen creer absolutas. Hay que desnudarse de prejuicios, perder el miedo a provocar o incomodar, defender con humildad y fuerza tus convicciones hasta que otro te demuestre que estás equivocado. En mi concepto para el periodista todos somos iguales y no hay verdades absolutas. Lo único inamovible son los principios."
¿A qué dedica su tiempo ahora, que está radicada en Francia?
" Hace un año renuncié al registro diario de la noticia, a la lógica de la chiva y al frenetismo de la última hora. Lo hice para buscar caminos que me permitieran ejercer un periodismo más analítico, investigativo y que, más allá de la actualidad, esté comprometido con la formación del criterio y sensibilización de la opinión pública. NTN24, que entendió mi decisión, me asignó el cubrimiento de Libia, terreno fértil para una vez cumplida mi labor como enviada especial, probarme como documentalista independiente. Ha sido impactante, pero he aprendido mucho. Invertí todos mis ahorros y me lancé a hacer un primer documental. Me desplacé varias veces a Libia y una vez en París, me dediqué a aprender de guiones y de cinematografía documental. Volví a ser estudiante, a leer mucho y a ser la última de la fila".
¿Piensa volver al país?
"Si alguien me invita a trabajar en un proyecto periodístico o humanitario en el que sienta que aporto algo real y concreto de lo aprendido en estos años de vida profesional, vuelvo de inmediato. Estoy lista para un nuevo reto, para dar de lo recibido y ojalá sea en Colombia, o en relación con América Latina".
Cuando nos referimos a la educomunicación estamos haciendo alusión a un cruce de dos campos de indagación y producción de conocimientos (la educación y la comunicación) que encuentran familiaridad y se alimentan mutuamente, no solo a partir de las metodologías desarrolladas sino en cuanto a las potencialidades de intervención social que proponen.
Si bien puede sostenerse que la práctica comunicativa del ser humano no puede reducirse a su dimensión pedagógica, no es menos cierto que la comunicación humana, cuando motoriza la producción social de sentidos, compromete actos de enseñanza-aprendizaje y en consecuencia manifiesta una dimensión educativa.
Por otro lado, si observamos las diversas situaciones educativas (tanto formales como no formales), y las teorías acerca del conocimiento, la transmisión y las funciones sociales de la educación nos encontramos con que el rol que le cabe a la comunicación no es menor, ni es un detalle. Tanto la educación como la comunicación son prácticas constitutivas y privativas de los seres humanos. Si nos referimos a las posibilidades de intercambiar sentidos con “los otros” o de enseñar a y aprender de “los otros” también podemos aseverar que la educación y la comunicación tienen otra particular característica. Son potencias humanas, de todos los individuos, sí, pero necesariamente necesitan del encuentro de más de un individuo. O sea, la comunicación y la educación son prácticas que sólo se justifican a la luz de un proceso de participación colectiva.
Parece un detalle nimio, pero el solo hecho de estar alerta a este dato nos ayuda a reflexionar acerca de cómo no queremos legitimar nuestras prácticas, para que de esa negación surja más vigorosa una suerte de reconocimiento más cercano de los por qué y los cómo de las prácticas que sostenemos.
¿Cuál es el punto? Hay algunos modelos de prácticas educativas o comunicacionales que muchas veces son adoptadas, de maneras más o menos conscientes, desde un amplio abanico de justificaciones. En todos los casos (o en la mayoría de estos) se cree estar transitando la senda correcta para conseguir con éxitos los objetivos que se proponen las planificaciones escritas de esas experiencias comunicacionales o educativas. Creemos que de alguna manera son bastante ilustrativas de una tradición cuyo análisis crítico nos ayuda a releer los sentidos de las prácticas pasadas y nos delinea las posibilidades de las futuras.
Cuando pensamos en la calidad de las prácticas educomunicativas que desde este colectivo nos interesa explorar y crear, no nos olvidamos de las mañas que a toda costa nos forzamos por evitar. Y este intento obsesivo por no cometer errores garrafales no lo justificamos sólo por su impertinencia para conseguir lo que uno se propone como colectivo (o sujeto) educomunicador, sino como fundamento de un colectivo que busca entregarse al disfrute de la experiencia en el intercambio con los otros, a los aprendizajes que nos brindan esas experiencias, al valor que los relatos de los otros tienen en la construcción de lo nuestro, a la recuperación de la mirada y la voz del otro como punto de partida de los caminos que deseamos recorrer, y por qué no, debemos su justificación a que pensamos que si el /los otros no están convocados en el complejo proceso que implica la transformación social, esta nunca va a dejar de ser un lindo sueño y sólo eso.
Estos modelos, a los que nos referimos, y que intentamos desentrañar en nuestras prácticas para poder superarlos y para rehacernos así con nuevos criterios, se alimentan de principios que pueden ser visualizadas en experiencias de lo más cotidianas. Vamos a nombrar algunos, citando a Daniel Prieto Castillo que las sugiere en su libro “La Comunicación en la Educación”, que tenemos a mano, y que traen claridad para comprender sus implicancias y sus obvias consecuencias.
No deseamos que nuestras prácticas educomunicativas encuentren un fundamento idealista, esto es, no nos interesa impulsar concepciones absolutas sobre el mundo ni la política, categorías incambiables para comprender la realidad, erigidas de una vez y para siempre. El idealismo es un principio por el cual las ideas son esencias dadas para siempre y los sistemas sociales con todas sus instituciones son estáticos. Por cierto, para estas concepciones que implican conductas y modos de comunicar perfectamente identificables, las personas sólo son concebibles como portadoras de ideas. Las ideas dejan de verse como construcciones colectivas del proceso de intercambio comunicativo o pedagógico y se consideran datos “a priori” (producidas por otros, pero ajenos a nuestra experiencia) que las ciencias y los patrimonios culturales nos brindan a las personas. En el mismo sentido no podemos dejar de rechazar las utopías que se proponen las ciclópeas tareas ideologizadoras, entendiendo por esto, pues lo único que puede entenderse.: La pretensión de llevar al otro a pensar lo que yo creo que debería pensar, sin escuchar cuáles son las ideas que él aporta, de qué modo sus intervenciones enriquecen el intercambio, qué puedo hacer yo para que mis ideas no le resulten tan extrañas e incompatibles con lo que él dice y piensa. Y lo más contradictorio de esta actitud, desde luego las intenciones ideologizadoras todo lo justifican y lo hacen en nombre de alguna propuesta religiosa, política o social superadora, de una utopía o de un aparato conceptual. Más arriba hablábamos de la ingenuidad que sostiene la prepotente tarea de “concientización” de las masas que algunos se proponen con las mejores intenciones. Las consecuencias que pueden intuirse de la aplicación de estos principios de idealización, ideologización y concientización no son menos trágicas en cualquiera de sus variantes. O sea, en el fracaso o en el éxito. En el primer caso nos puede suceder que nuestras propuestas pedagógicas y comunicacionales sean rechazadas por soberbias y herméticas, por autoritarias y violentas, y en el segundo que como colectivo comunicacional nos encontremos formando parte de un cúmulo de individuos que reaccionen de manera lineal a nuestros impulsos, de personas acríticas que repitan teorías de memoria sin haberse preguntado hasta qué punto nuestras palabras los interpelan y los invitan a reflexionar, o peor aún, que nuestras propuestas consigan producir diálogos ficticios entre un rejunte de apavorados que temen decir lo que realmente piensan por temor a la sanción, a la burla, la humillación y el despojo.
También se viven, en los ámbitos educativo-militantes, escenas trágicas frente a las cuales, pasado el tiempo, nos arrepentimos de no haber reaccionado; como nos sucedió en un Seminario-Taller sobre Comunicación Alternativa que junto con otros colectivos dábamos en una Universidad (de las populares) en la ciudad de Buenos Aires. Como muchas veces pasa, (lamentablemente) la concurrencia de los alumnos era muy inestable, algunos de ellos faltaban durante tres encuentros seguidos y luego retomaban el curso sin poder seguir el hilo de las charlas. Cuando decidían volver a la cursada eran sus otros compañeros los que decidían “pegarse unos faltazos”. Así, nunca conseguíamos dictar los cursos con la totalidad de los participantes. Generalmente lo hacíamos con menos de la mitad de ellos, y en ocasiones con la tercera parte de la matrícula inscripta. Por otro lado, muy pocos seguían con algo de rigurosidad las lecturas de los textos que trabajábamos. Para no faltar a la verdad, casi nunca leían nada. Se les avisaba que durante el próximo encuentro trabajaríamos con tal o cual autor, pero ni con eso: venían (y sin miras de arrepentimiento) con ninguna lectura encima. De todos modos, la participación dentro de la clase era aceptable, discutían, planteaban sus puntos de vista, tomaban posición en alguna discusión teórica, desarrollaban las actividades prácticas. Aunque vale la pena decirlo, muy pocos de ellos eran metódicos y en consecuencia sus críticas no superaban las que puede hacer cualquier persona desde el sentido común. Salíamos una noche de un típico encuentro en el que se había demostrado la falta de lectura y obviamente profundas carencias conceptuales. Uno de los integrantes del cuerpo docente perteneciente a otro colectivo de “comunicación alternativa”, tras la retirada de todos los alumnos del aula hizo el siguiente comentario: “A estos pequebú de mierda no se les puede enseñar nada, por más que le traigas El Capital de Marx no lo van a entender nunca, porque no les interesa nada, ¡es al pedo hablarle a estos!”. En su momento la declaración pasó desapercibida y mucho tiempo después notamos que aquel no había sido el primer comentario que este docente hacía en este sentido, sino sólo el más virulento. Y comprendimos que el compañero podía ser, tal vez, un gran militante, un tipo abnegado, humilde, laborioso, hasta lúcido en sus análisis, pero que en realidad no tenía la más mínima vocación por educar ni comunicar. Lo que él estaba buscando no eran participantes de situaciones educomunicacionales sino adherentes de sus ideas, pretendía reclutar militantes, gente que repitiera lo que él consideraba necesario como saber mínimo para que alguien mereciese respeto. Los participantes que bien o mal aportaban sus ideas, ponían sobre la mesa sus imaginarios y las matrices culturales desde las cuales interactuaban con los otros, que nos mostraban de qué manera se representaban el mundo que viven cotidianamente, que expresaban sus creencias, que desarrollaban potencialidades y seguramente dejaban claras sus limitaciones; para este compañero eran sólo unos pequebú con los que no tenía sentido hacer ni intentar nada.
Un educomunicador es alguien para el que “las ideas del otro” no son ataques a las suyas, no considera al otro como una esponja cuya mayor virtud consiste, como máximo, en absorber los lanzamientos de sus verdades. Todo lo contrario, las ideas del otro son los insumos, los datos que la realidad le da el educomunicador para comenzar a transitar un camino juntos, un camino cuyo punto de llegada no se sabe ni se quiere controlar. Se puede intuir, se puede imaginar, pero no adivinar. Como educomunicadores no nos proponemos que al final del curso los participantes hayan adquirido determinada manera de entender la vida y el mundo, de creer el mundo, sino que al final del curso, aspiramos a que los participantes/educandos hayan podido construir (en un proceso que implica una autoconstrucción, una construcción de la propia subjetividad) nuevas herramientas conceptuales desde las cuales desarrollar mediaciones para abordar la realidad. Alternativas de mediación, conceptos y marcos perceptivos producidos en los intercambios activos y no como resultado de asimilaciones pasivas.
En tercer lugar, otra ilusión recorre muchas mentalidades y prácticas (por cierto también las nuestras, y por eso la planteamos críticamente). La ilusión técnica o el tecnicismo, la idea de que todo lo que nos plateemos puede resolverse en el hacer sin reflexionar sobre este hacer, en el cómo sin darse tiempo para pensar en el/los por qué de ese hacer, en sus implicancias éticas y morales, y sobre todo en el modelo social que auspicia nuestro hacer. Nada tenemos en contra del uso de todos los avances técnicos que la ciencia y la tecnología nos proveen, mucho menos del uso de los medios audiovisuales para los fines comunicacionales o pedagógicos que consideremos pertinentes. De hecho, en nuestro proyecto no abundan los periodistas apasionados. Con la vocación de escribas de ninguno de nosotros se podría llegar a establecer un paralelismo con la pasión que encarnaban en sus quehaceres las grandes figuras del periodismo nacional del campo popular.
De todas maneras nos planteamos la necesidad de un instrumento, de una herramienta informativa, sea gráfica o electrónica, como una parte fundamental del proyecto, porque nos permite expresarnos, ordenar ideas, sentar postura, participar de debates, invitar a otras voces y palabras a formar parte de nuestros espacios, etc. Asimismo como consumidores de medios que somos, como apasionados por la literatura, el cine, la música, el deporte, las expresiones más amplias de la cultura y las artes populares, no desechamos el uso de la televisión, de la radio, de la red de redes, de las cámaras digitales de fotografía y video, etc. Pero no podemos descansar en el hecho de pensar que nuestra tarea de comunicadores pueda reducirse a la manipulación interesada de esos medios. No podemos caer en la tontera de pensar que si llenamos esos medios de contenidos interesantes, democráticos y pluralistas, o más aún, socialistas, comunistas, revolucionarios, marxistas-leninistas, anarquistas o lo que fuere, los mensajes van a llegar a buen puerto sin sufrir distorsiones y a cumplir la función que nosotros les asignemos. Y a propósito ¿esto no es algo que deberíamos festejar? ¿O es que tal vez pensábamos a la educomunicación como una trasmisión lineal de ideas de un polo emisor a un polo receptor donde nuestra habilidad como comunicadores reside en las artimañas que podamos desplegar para reducir al mínimo posible los ruidos que puedan provocarse durante el proceso educomunicativo? Evitar una mirada instrumentalista de la comunicación es una de las consecuencias posibles de la visualización de la comunicación humana como un proceso complejo donde no sólo aporta contenidos el que emite un mensaje sino aquel/aquella que lo recibe en un contexto dado, con una historia pesándole sobre sus espaldas, con intenciones propias que responden palabras concretas y generan nuevos textos, poniendo en juego imaginarios con los que construye su vida cotidiana, con estados de ánimo provocados no solo por la actualidad social, sino también por su realidad sentimental, y por otros muchos factores que ni debemos sospechar, y operan a diario en todas las relaciones comunicativas y educativas de los seres humanos.Y en esta línea, dos elecciones bastante frecuentes con las que tampoco deseamos legitimar nuestras propias prácticas.La tendencia al cientificismo que pretende erigir a la ciencia en verdad absoluta e incuestionable modo de comprender todo tipo de fenómenos. Aunque resulte paradójico dado que una de las razones por las cuales la ciencia es lo que es y se diferencia del dogma, es que el conocimiento que nos trae es siempre provisorio y rectificable y es por eso que no existen paradigmas eternos. La autoridad que se desprende de la lectura de tal o cual autor o de la aplicación de tal o cual teoría o modelo no son datos en sí mismo, de carácter incuestionable, caminos a seguir en cualquier circunstancia. Así, la ciencia y sus productos se perciben como objetos que superan las capacidades mundanas de las personas y su acercamiento y uso solo se justifica para poder rendir tributo a sus verdades y homenaje permanente. Los autores y los científicos, lo mismo que todas las categorías, los instrumentos y todo el herramental conceptual que puedan aportarnos deben ganarse nuestra valoración positiva por la manera o las maneras en que se disponen como herramientas de mediación hacia nuestro (de los educomunicadores y de los educomunicandos) quehacer cotidiano. Cualquier teoría puede servir para que cualquier persona encuentre los modos en que esa teoría lo interpela, lo ayuda a reflexionar y a construir sentidos cuando reflexiona sobre su propia vida utilizando los conceptos que le aporta la teoría.
Si una teoría no puede expresarse de manera sencilla para ponerla al alcance de cualquiera, tanto del ilustrado como del lego, pues entonces no es buena para ser introducida en situaciones pedagógicas. Esto no significa descalificar o relativizar el valor de la ciencia, solo significa que los lenguajes que ayudamos a construir en nuestros espacios pedagógicos no deben nunca ser resultado de la combinación de elementos ajenos a las vidas de los participantes del acto educativo. Y tanto los fenómenos simples como los más complejos pueden ser procesados sin caer en exclusiones ni llegando a ser paralizadores de las transformaciones de la práctica educativa. Recordemos que brindar información para que las personas accedan a ellas, sean estas científicas o de la vida social, es algo bueno, pero brindar elementos, espacios, momentos, actos, gestos, aperturas, diálogos, alientos, acompañamiento permanente, etc para que junto con los educadores, los educandos construyan nuevas miradas del mundo, miradas transformadoras que ayuden a abrir nuevas puertas, es todavía mejor.
Como planteamos antes, lo que se propone el acto educomunicativo es aportar elementos que ayuden a generar condiciones que produzcan nuevas matrices desde donde interpretar el mundo, la vida social, las relaciones, entendiendo por estas también las relaciones con la naturaleza, o las relaciones entre los seres humanos y su entorno. Nuevas matrices con las que, a contrapelo de las que imperan en los sistemas perceptivos que ayudan a ver el mundo como un conjunto de objetos mercancía (y moldean nuestra subjetividad para que podamos naturalizar la lógica del capital), consigamos crear esquemas de percepción configurados por las fuerzas humanizantes que nos interpelen desde la necesidad de admitir un mundo que pueda ser habitado sin las pulsiones destructivas y deshumanizantes propias del capitalismo.
Por último, pero esto es solo tentativo porque las mañas y los vicios acríticos (y a veces autoritarios) suelen ser varios más, la vieja tendencia a justificar todo lo que hacemos con argumentos empiristas, casi el complemento del tecnicismo, esa sobrevaloración de las prácticas. Ese ímpetu, muy común en todos los proyectos con vocación militante de que práctica es ponerle el cuerpo a las cosas, a los compromisos, a las dinámicas, a los talleres, a los encuentros, a las discusiones, etc. Lo cual no está mal siempre que no toquemos el límite en que no podamos mirar la propia práctica con ojos críticos y siempre que no terminemos repitiendo métodos y dinámicas rutinarias sólo porque estamos convencidos de que lo que dio resultado ayer, necesariamente tiene que darnos resultado mañana. Las prácticas también se producen como resultado de una sistemática reflexión sobre el sentido de las mismas, no debemos (como educomunicadores) rotularlas de una vez y para siempre, y pretender descansar al compás de su ejecución: ni un taller garantiza la mejor circulación de la palabra, ni determinada dinámica (ayer exitosa) puede asegurarnos el salto cualitativo a una nueva instancia de conocimiento la próxima vez que la usemos. La práctica es una manera en que predisponemos nuestro pensamiento, está relacionada íntimamente con una convicción y una ética de búsqueda para la producción del conocimiento, pero nunca con fórmulas vacías, mecánicas, deshistorizadas, descontextualizadas, etc. Por esta razón es que las prácticas deben siempre responder a una necesidad concreta y en base a esa intuición es que decidimos adoptarlas.
Para cerrar nos vamos a regalar una extensa cita del libro de Prieto Castillo del que antes hablamos. Si hasta aquí habíamos desechado ciertas maneras de reivindicar una práctica educomunicativa, nos toca ahora acercarnos a definiciones que describan más esta búsqueda. Y dice lo siguiente: “Insistimos; el hecho educativo es profunda, esencialmente comunicacional. La relación pedagógica es en su fundamento una relación entre seres que se comunican, que interactúan, que se construyen en la interlocución.
Quienes hemos elegido la educación hemos elegido como base de nuestra actividad una educación humana, una relación con el otro. Nuestra profesión está entramada hasta sus entrañas en la comunicación.
Cuando hago esta propuesta en torno a una comunicación que nos permita el autorreconocimiento, la interacción y la proyección, me sitúo de lleno en las críticas que se vienen haciendo en nuestro tiempo al intento de centrar transformaciones en el juego de las innovaciones tecnológicas o en la creencia tan corriente, de que estar más informado es estar transformado. (...)
No estoy tan seguro, a la luz de estas reflexiones, de que la transformación se logre con un aceleramiento de la apropiación de conocimientos. El desafío es acompañar ese necesario proceso con un enriquecimiento de las relaciones, con una construcción de uno mismo y del otro.
Y no valen para ello ni los apresuramientos ni los atajos. Construirse y construir tienen como base el respeto por uno mismo y por los demás.Esto no se improvisa ni se predica, ni se desarrolla a través de algún taller. Es el fruto de una constante e intensa relación con uno mismo, plasmada en documentos, en materiales en los cuales leerse, en reflexiones sobre modos de actuar y de percibir, y de una también intensa relación con los demás, expresada en espacios en los que puede uno hacer un constante ejercicio de confianza, de fe en las palabras y en las intenciones del otro.
Si la educación está a la base de nuestra humanización, si mediante ella pasamos de una bullente atmósfera de sensaciones al lenguaje articulado, a la caricia, a la mirada, al sentido y a la cultura, y si el hecho educativo es profunda, esencialmente comunicacional, en tanto somos seres de relación, siempre entre y con los otros, no podemos soñar con transformaciones educativas sin jugar hasta las entrañas nuestra capacidad de comunicarnos”.
Colectivo ConoSur
Referencia:
CONOSUR. ¿Qué es eso de la Educomunicación?Tomado de: Argentina Indimedia. Consultado el 25 de julio de 2011. Por Administrador blog Lenguaje y Comunicación Universidad de Antioquia. <http://argentina.indymedia.org/news/2005/10/332263.php>
México y Colombia, en el elenco "de oro" de la industria del entretenimiento
Foto: Archivo Semana
Al público le gusta ser entretenido en su propio lenguaje, con contenido relevante para ellos", Marcel Fenez, PriceWaterhouseCoopers.
Ha sido llamado el grupo "de oro" y en su selecto elenco figuran dos actores latinoamericanos: México y Colombia.
Este reparto de unos pocos países y regiones tendrá en los próximos cuatro años un papel protagónico: impulsará el crecimiento de la industria de los medios de comunicación y el entretenimiento en las naciones emergentes.
Tal es la conclusión del informe anual sobre el sector que elabora la consultora internacional PriceWaterhouseCoopers (PwC). El grupo "de oro" está conformado por Indonesia, Pakistán, Sudáfrica, Vietnam y la región de Medio Oriente y Norte de África, además de Colombia y México. PwC dice que el mercado de medios y entretenimiento experimentará un crecimiento anual del 12,7% en esas partes del mundo entre 2011 y 2015.
Una cifra superior a la del grupo conocido como BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que -se estima- registrará una expansión anual del 11,7% en el mismo período. El informe, titulado "Prespectivas globales sobre el entretenimiento y los medios", atribuye el vibrante crecimiento del grupo "de oro" a "la mayor difusión de la banda ancha e internet móvil y la rápida penetración de los teléfonos inteligentes".
Mercados en la mira
El reporte de PwC tiene como destinatarios a miles de ejecutivos de los medios y de los sectores tecnológico y financiero en todo el mundo, además de las mayores agencias de publicidad del planeta. Y la razón es sencilla, según la propia consultora: "Como muchas multinacionales, las empresas internacionales de comunicación y entretenimiento están enfocadas en incrementar sus ganancias y, para ello, deben expandirse en los mercados más dinámicos y de más rápido crecimiento entre las economías emergentes".
El grupo "de oro" es, pues, el nuevo blanco de las grandes firmas globales y una oportunidad que no quieren desaprovechar. "Estos países y regiones tendrán una expansión similar a la que ya se vio en el BRIC, si bien partiendo de una base más baja", le dijo Marcel Fenez, de PwC, al diario británico Financial Times. "Y, al igual que en el BRIC, podrían implicar riesgos similares en términos de piratería e interferencia política", advirtió.
Publicidad y "sabor local
"El informe de PwC explica que, a diferencia de otras partes del mundo, será la inversión en publicidad y no el creciente interés de los comsumidores lo que impulse el crecimiento del mercado de medios y entretenimiento en el grupo "de oro". "Una cultura de piratería significa que el público tiene la tradición de pagar poco o nada por los contenidos", asegura el informe.
La consultora precisa que, el año pasado, el 62% de las ganacias en el sector de medios y entretenimiento provino de los consumidores en los mercados maduros, mientras que esa proporción fue del 60,5% en el BRIC y de apenas el 49,6% en el grupo "de oro".
Otra de las características que PwC resalta de Colombia, México y los otros países y regiones con gran potencial de expansión es que tienen una predilección por la oferta con "sabor local". "Al público le gusta ser entretenido en su propio lenguaje, con contenido relevante para ellos", destacó Marcel Fenez, de PwC. "En definitiva, los medios y particularmente el entretenimiento son esencialmente un negocio local en esas partes del mundo".
De modo que, según el informe de PwC, la clave para la expansión de las compañías internacionales de medios y de entretenimiento será crear joint-ventures con socios dentro del grupo "de oro" o invertir en empresas ya establecidas en esos países y regiones.
Juan José Hoyos Naranjo:mientras caenlas flores de los guayacanes
Por Carlos Mario Correa Soto
Como el mejor cronista colombiano de los años 80 fue catalogado Juan José Hoyos por el reconocido periodista Germán Castro Caycedo. Perfil sobre este cultor e investigador del periodismo narrativo.
Es muy probable que ahora que se jubiló el profesor Juan José Hoyos Naranjo esté dedicado de tiempo completo a ver caer las flores de los guayacanes amarillos como cuando era un niño y “parecía que alumbraban en la noche”, y vivía en Aranjuez.
En esta barriada del oriente de Medellín, donde nació en 1953, su alma quedó tatuada por las cosas y los sucesos que definieron su vocación de periodista y su sensibilidad para ser escritor de crónicas y de novelas, y docente universitario.
También quedó marcado por la escuela popular donde aprendió a leer y a escribir a instancias de un maestro que había sido arriero, por la belleza sin maquillaje de las muchachas en flor, por los parques, los cafés, las heladerías, el cine, el bolero, el tango y la balada; por los avatares de su padre, músico de pueblo e inspector de policía, quien lo llevó a recorrer Guayaquil y lo engolosinó con los periódicos que llevaba a la casa en el bolsillo; y por la muerte por enfermedad de una hermana de 18 años y la muerte por riña cantinera… por el olor del jazmín…
La televisión colombiana realizó la telenovela Tuyo es mi corazón, basada en el libro del mismo nombre escrito por Juan José Hoyos.
Crecí jugando fútbol en las canchas de Aranjuez y Santa Cruz. ¡Qué días tan felices!” En 1959, cuando la señorita Inés le hizo el examen para que lo recibieran en primero de primaria en la escuela San Agustín, Juan José “recitaba con la misma propiedad el catecismo del padre Astete y la alineación del DIM”, un equipo que fue “de perdedores” en esos, y en otros tiempos. “Qué bueno ser hincha de un equipo pequeño como el DIM. ¡No humillamos a nadie y siempre vamos por la vida de derrota en derrota hasta la victoria final!”
En sus años de adolescente, Juan José, que para entonces ya vivía con su familia en Itagüí y se educaba en el Colegio de El Rosario, aprendería a valorar el humanismo de los curas que lo pusieron en contacto con los libros clásicos de la literatura universal, pero al mismo tiempo se rebelaría contra esa educación católica y se definiría por el agnosticismo.
En 1970, a la hora de dar el paso a la formación universitaria, pensó en estudiar arquitectura o sicología, pero ya sabía lo que quería ser en la vida: escritor. Por eso, al igual que muchos de los autores que había leído con excitación, eligió el camino correcto: el periodismo, el cual estudió en la Universidad de Antioquia.
<Conversatorio “El periodismo como memoria”. 9 de febrero de 2011, Universidad EAFIT, con Juan
José Hoyos y Alberto Donadio.
En 1973, Juan José conoció al escritor Manuel Mejía Vallejo y asegura que eso le volteó la vida porque “él me impresionó mucho como persona y fue el primer gran escritor vivo que yo conocí porque los demás que había conocido eran muy valiosos, pero no con una voz personal tan fuerte, con un mundo propio y tan ligado a la vida como él”.
Para 1978, Juan José era corresponsal en Medellín del periódico El Tiempo y “sacándole tiempo al Tiempo” y al desastre cotidiano que debía redactar como noticia, en ansiosas jornadas en sus martes de “descanso”, fue escribiendo Tuyo es mi corazón, su primera novela, publicada en 1984.
Contrariado por los patrones del periodismo informativo que se aferran al discurso de la objetividad y de paso normalizan y envilecen a los reporteros, Juan José buscó reencontrarse consigo mismo exiliándose en el territorio extenso y feraz de los libros.
Por este motivo la génesis de El cielo que perdimos (1990), su segunda novela, está en ese “doble taller” en el que el periodista polaco Ryszard Kapuscinski les recomendó trabajar simultáneamente a los corresponsales de agencias de prensa y a los redactores de los diarios.
Y se encuentra también en varias circunstancias, motivaciones e intereses personales y profesionales de su autor que le ayudaron a resolver problemas del oficio narrativo, a curarse de dolores del cuerpo y del alma, y a dar testimonio de Medellín al comienzo de una de sus épocas más funestas.
Novelas en “clave de autobiografía”, las llama Juan José, pero bien pueden ser crónicas autobiográficas…Sus personajes principales, Carlos y Juan Fernando, miran y sienten la vida como la mira y la siente él…
Desde 1981 y durante los siguientes 27 años, hasta cuando le dio la gana de jubilarse, Juan José fue reconocido por decenas de alumnos de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Antioquia por su amor, investigación y conocimientos del periodismo narrativo y de sus principales géneros, la crónica y el reportaje.
Su clases, enriquecidas de anécdotas y apuntes biográficos y bibliográficos, se trasladaban de los salones a los bares y cafés, a las calles y parques de la ciudad, y años más tarde a las tertulias del Club de Lectura John Reed, donde tanto se evocó la memoria y el talento de la prosa de uno de los pioneros del periodismo literario moderno, en medio de los olores mezclados del café tinto, la cerveza y el papel envejecido en la librería de libros leídos de “El hamaquero”.
Juan José Hoyos, a la derecha de la imagen, el 9 de febrero de 2011,
Día del Periodista en Colombia, durante la lección inaugural de
Comunicación Social de EAFIT. / Foto Sebastián Pulgarín
Persuadido por la idea de Hegel según la cual el arte no tiene nada que ver con la belleza sino con la verdad, Juan José —catalogado por Germán Castro Caycedo como el mejor cronista de Colombia en los años ochenta—, escribió con “la fuerza de lo vivido y de la verdad” los reportajes reunidos en los libros Sentir que es un soplo la vida, El Oro y la Sangre y Janyama: Un aprendiz de jaibaná; desarrolló sus investigaciones y ensayos didácticos Un pionero del reportaje en Colombia. Francisco de Paula Muñoz y El crimen de Aguacatal, Escribiendo historias. El arte y el oficio de narrar en el periodismo y La Pasión de contar. El periodismo narrativo en Colombia 1638-2000; y publica sus columnas dominicales en El Colombiano en las que, con la experiencia de haberle dado la vuelta a su oficio pasando por todos sus géneros, explora las posibilidades formales y temáticas del periodismo de comentario.
—Juan José, ¿cómo fuiste de profesor? Le preguntamos una vez.
Y nos respondió:
—Yo no sé; creo que como una madre católica. Yo para eso emplee el método que aprendí en un poema de José Manuel Arango— cuya amistad también lo marcó en el alma— que expresa: “no hay camino dice el maestro, si acaso existiera algún camino, nadie podría encontrarlo y si alguien por ventura lo hallara no podría enseñárselo a otro”. Entonces yo lo que hice con mis estudiantes fue bregar a acercarlos con amor a la literatura y el periodismo”. Con el paso de los años los egresados de las universidades recuerdan, si acaso, a uno o a dos de sus profesores. Juan José evoca las clases de literatura y poesía del profesor Elkin Restrepo que lo “marcaron profundamente” en la U. de A. Y ahora, los ex alumnos de Comunicación Social del Alma Máter evocamos las clases de periodismo y literatura de Juan José que tan intensamentenos provocaron para investigar y escribir como reporteros, pues se trata del profesor que tenemos en nuestras mentes a pesar del paso devastador del tiempo que nos hace “sentir que es un soplo la vida”.