miércoles, 28 de septiembre de 2011


¿Para dónde vamos y cómo podemos seguir?

(Reflexión del Consejo de Facultad de Comunicaciones, para el diálogo al que convocó a estudiantes, profesores y empleados. Universidad de Antioquia, ciudad universitaria, 21 de septiembre de 2011).
Hemos solicitado la concertación de esta reunión con la asamblea de estudiantes de la Facultad de Comunicaciones para identificar lo que nos une y lo que podemos hacer para cumplir los propósitos a favor de la misión institucional: 
“Somos una universidad pública que en ejercicio pleno de su autonomía se compromete con la formación integral del talento humano, con criterios de excelencia, la generación y difusión del conocimiento en los diversos campos del saber y la preservación y revitalización del patrimonio cultural”.
Y examinar si estamos orientados al cumplimiento de nuestra visión: 
“En el año 2016, seremos la principal universidad de investigación del país y una de las mejores de América Latina, con pregrados y posgrados de excelencia académica internacional, líderes en el aporte a la transformación socioeconómica del país, y un au-téntico escenario de la diversidad y el diálogo intercultural, en el marco del respeto por el pluralismo y el ambiente”.

Lo que nos une:

  1. Desde la revolución de Córdoba, Argentina, en 1918, la universidad hizo una clara ruptura con sus viejas dependencias: reconoce la existencia de la política, el valor de lo público, la necesidad de justicia social y de equidad, pero busca sus propias formas de pensamiento, investigación y de acción, sin admitir dictados de partido u organización externa que pretendan someterla a sus designios. De igual manera, la ciencia no espera autoridad distinta a la de sus mejores cultivadores, y la fecundidad crítica no admite censura distinta a la del propio peso cualitativo de sus aciertos o errores. Esa es la sustancia de la autonomía que defendemos desde hace 93 Años.
  2. Por su búsqueda de intereses comunes aprendió a gobernarse buscando la conveniencia mutua y poniendo en consideración de todos sus estamentos las reglas de juego, los derechos y deberes. Así nacieron las ideas de co-gobierno y administración compartida que casi todas las universidades públicas del continente ejercen, con éxito desigual.
  3. Por la procedencia de su comunidad académica (profesores, estudiantes, empleados) y de los recursos para mantenerse, la universidad trata de incidir en el contexto sociocultural y hacerse indispensable para cambiar el modo de existencia de los pueblos que se constituyen en su razón de ser. Así nació la extensión universitaria.
  4. Como un seguro para evitar las camarillas o la cooptación de personas incompetentes para la docencia, la investigación o la extensión, se abrieron paso los concursos de méritos.
  5. Con la idea de evitar las presiones políticas de los partidos y organizaciones que incrustan en la universidad sus militantes para que la tomen como “correa de transmisión” y cautiven las sesiones lectivas con sus programas de redención social, la universidad enarboló su derecho a la Libertad de cátedra, a ofrecer varias opciones simultáneamente de los mismos programas (cátedra paralela) y a pedirle a los mejores pensadores sociales de cualquier tipo de orientación ideológica que haga ejercicio de re-construcción e ingenio en espacios de cátedra libre.
  6. Ante la desigualdad de oportunidades socio-económicas la universidad pública ha mantenido la férrea voluntad de matrículas a muy bajo costo, tendientes a la gratuidad para los sectores con menos capacidad de pago. Y, de aquellos centros de educación superior con pequeños círculos sociales beneficiarios poco recuerdo queda, tenemos hoy entidades cuyo estudiantado se cuenta por miles, procedentes de todos los sectores sociales.
  7. Aunque apenas en los últimos veinte años las universidades públicas colombianas decidieron convertirse en instituciones que rompieron la tradición de hacer solo o predominantemente docencia de transmisión de conocimientos, hoy se encuentran comprometidas en hacer realidad el vínculo de docencia, investigación y extensión.
  8. Las mejores universidades públicas de Colombia, entre las que se cuenta la Universidad de Antioquia, están insertas en sus contextos sociales de tal manera que constituyen el mejor programa intelectual, cultural, científico y político de sus regiones. Hoy no puede decirse de ellas lo de hace medio siglo: “si desaparecieran la sociedad apenas sí alcanzarían a notarlo”. Por el contrario: sería una verdadera catástrofe social.
  9. Al ritmo de sus propios desarrollos, con más lentitud de la deseada, nuestras universidades van extendiendo lazos de colaboración por toda América, por Europa y los Estados Unidos. Son artífices de la solidaridad latinoamericana e internacional.
  10. Con la maduración de los procesos políticos y sociales, la fuerza de la solidaridad universitaria ha estado dirigida a los sectores con menos oportunidades en el campo y en la ciudad, sin desentenderse de todos los demás que contribuyen como nación entera a mantener nuestro carácter público.

Estos siguen siendo diez principios que nos mantienen activos y atentos a las demandas de nuestra sociedad y a las exigencias del conocimiento científico, tecnológico o técnico en su permanente re-constrEucción.

Nuestros desafíos:


Hoy la universidad pública necesita nuevos procedimientos que debe poner en marcha, sobre todo cuando la presión de los mercados globalizados pide volver más difusa y tolerante la frontera entre el interés público y el ánimo de lucro privado; cuando se le pide que ajuste sus programas a las demandas de los planes de desarrollo gubernamentales y empresariales (principio de pertinencia) y se considera una pérdida de tiempo y dinero hacer o pensar de manera inaugural, por tanto, inédita o impertinente. Se reclama el paso de la universidad creadora a la universidad práctica o útil que por mantenerse acomodada a los sistemas no se atreve a lo ignoto. Es decir, universidad misoneísta: temerosa de lo nuevo.
La Autonomía no ha consistido en encierro como parecen entenderlo algunos. Ha sido reclamo de soberanía, de derecho a determinar los propios mandatos. Lo que no se pone en peligro por aceptar alianzas con sectores gubernamentales, empresariales o del sector solidario. Si las alianzas tienen las bases del respeto y el reconocimiento mutuos, los acuerdos consolidan la autodeterminación de manera solidaria. Y gracias a los resultados que se obtengan, la ampliación de los beneficios para más sectores sociales será posible. Tenemos plenas posibilidades de mantener acuerdos que beneficien a todos los signatarios, y es perfectamente posible, como lo ha demostrado nuestra universidad pública, generar utilidades netas que puedan reinvertirse en programas de interés general. En esto debe consistir la Responsabilidad Social Universitaria: rentabilidad SIN ánimo de lucro personal, en capital fiduciario, en capital intelectual y en capital social.

La complejidad de nuestros tiempos urge a la universidad pública otro paso: combinar de modo más eficiente sus tres misiones tradicionales. Docencia-Investigación-Extensión. Para hacerlo es necesario que los miembros de la comunidad universitaria si lo requieren emprendan su alfabetización en aspectos administrativos. La gestión es algo tan delicado en nuestra vida diaria que no se puede abandonar en manos de los expertos. Con ellos orientamos nuestras acciones pero sin el concurso de todos nosotros, la tarea se vuelve imposible: los plazos se extienden injustificadamente, la multiplicación de trámites y de aplazamientos insoportable.
Si el uso de TIC promueve el afán de lo inmediato (contracción del tiempo) y de lo cercano (reducción del espacio), nuestro propósito es fortalecer la co-operación entre instituciones, y el trabajo INTER Y TRANSDISCIPLINARIO.
 

Cambio de perspectiva:


La efervescencia de las contradicciones ideológicas y los errores de enfoque, a menudo crean la ilusión de que la Universidad Pública por su gran responsabilidad social es a la vez el talón de Aquiles, el punto débil, del sistema y por tanto se puede convertir en el escenario perfecto para resolver todos los conflictos sociales, o liderar desde allí el cambio. Pero la historia no le da razón a esta tesis. El trabajo intelectual, la condición académica, las preocupaciones acerca de los métodos, los anhelos de aclarar las claves mismas del conocimiento, necesitan nutrirse de un principio escéptico fundamental para que la duda, la incertidumbre, la búsqueda de nuevas interpretaciones afloren constantemente. Los sistemas sociales tienen otra configuración y lejos están de conmoverse por lo que un sistema universitario en sí pueda detonar. 
En cambio, la universidad sí necesita para su trabajo intelectual y social unos pactos básicos que al garantizarlos entre todos los integrantes de la comunidad académica le den vigor a sus propuestas y viabilidad: 
Respeto mutuo: Toda persona por el hecho de pertenecer a la Universidad se hace acreedora al buen trato y comprensión de su modo de ser, de expresar, y no puede ser molestada por ejercerlo.

Libertad de expresión: Por ningún motivo debe aceptarse la coacción para evitar que alguien exprese sus puntos de vista. Ni los silbidos, los aplausos, los insultos, las amenazas, las agresiones o los hechos punitivos pueden impedir el ejercicio de la argumentación.
 
Sobriedad constante: La universidad debe ser entendida como un espacio ajeno al consumo social ni adicto de alcoholes o drogas por la oportunidad que abre al comercio ilegal y con ello a la presencia de bandas distribuidoras que se guerrean los espacios para sus monopolios.
 
Respetar los derechos de Autor: Toda persona tiene derecho a usar una copia de un producto que no se consiga en el mercado, siempre que la copia no tenga origen comercial. Esta permisividad está infiltrada por organizaciones delincuenciales que aprovechan la Universidad para otras acciones conexas. 
 
No privatizar los espacios de todos: Apoyar las ventas estacionarias que copan mesas y usan servicios públicos para sus fines personales es ceder terreno. Lo que parece un acto de solidaridad con un estudiante que necesita completar ingresos para su manutención, se convierte en oportunidad para los comerciantes intermediarios que crecen y ya empiezan a cobrar por ocupar esos lugares, desplazando a estudiantes que necesitan un lugar para preparar sus deberes académicos. 
 
Prevalencia de la democracia participativa y deliberativa: Desde 1991 los colombianos tenemos una carta garantista e institucional que admite la deliberación y la participación de modo inobjetable. La mejor forma de hacer realidad entre nosotros el Estado Social de Derecho es ponerla en práctica y hacerla respetar de quienes no se resignan a la revocación de constituciones anteriores o de quienes creen que estamos en condiciones de tener otro tipo de sociedad. 
 
Participar en las instancias administrativas de la Universidad: Los estudiantes no han hecho uso de sus posibilidades de intervenir en las decisiones, dejando prevalecer un punto de vista libertario que no reconoce representatividad porque cada quien lo hace por sí mismo. Continuar así demora los cambios que se pueden realizar cuando se conocen de manera directa los síntomas de cualquier problema académico.
 
No usar la violencia: Es cierto que la autonomía universitaria se viola con el ingreso de las fuerzas armadas del Estado a los predios universitarios. Pero también lo hacen organizaciones anti o para estatales que ingresan armas, uniformes y dispositivos para la protesta armada. Nuestra soberanía debe consistir en no apoyar ninguna de esas incursiones. Toda universidad debe recibir el mismo trato en tiempos de enfrentamiento: como los hospitales, guarderías, ancianatos o jardines infantiles, deben estar por fuera de cualquier acción bélica, por sencilla o “tradicional” que parezca.
 
Dos semestres por año: Todos los estudiantes de la Universidad y sus familias tienen derecho a que se les garanticen dos semestres académicos por año. Esto no riñe con las protestas. Es cuestión de saberse organizar. Hasta el momento, muchos estudiantes han perdido oportunidades de pasantías, becas, cursos inter-semestrales, congresos nacionales e internacionales porque sus condiciones académicas no están a la altura de lo que las demás universidades del país o por fuera exigen. 
 
Defendernos frente a las agresiones: La coyuntura actual de reforma a la Ley de educación Superior requiere la cohesión de todas las fuerzas que componen la universidad, pública o privada. La propuesta llevada al Congreso, no está todavía en consideración, ni lo hará hasta después de las elecciones de octubre. Noviembre y Diciembre serán decisivos y será el tiempo aprovechado –como es tradicional- por el legislativo para aprobar medidas impopulares. Necesitamos organizar la estrategia que permita mantenernos alerta.

CONSEJO DE LA FACULTAD DE COMUNICACIONES
Medellín, 21 de septiembre de 2011.

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