Entender la cultura actual sin prestar atención al influjo de las nuevas tecnologías es desde hace años pretensión imposible. Internet cambia todo: economía, política, educación... y hasta el modo de conocer. Esta es la tesis que Nicholas Carr viene presentando desde hace tiempo, cuando publicó un sugerente y provocador artículo que tituló “¿Está Google volviéndonos tontos?” (cfr. Aceprensa, 1-07-2008). Este libro no es sino una documentada reafirmación de esa tesis. El autor parte de una inquietante experiencia propia: la que sintió el día en el que él –licenciado en Letras y acostumbrado a sumergirse en la profundidad de textos escritos– comenzó a notar dificultad para concentrarse en un libro. De repente, después de una página o dos, su mente se disipaba, perdía el sosiego, el hilo. Algo pasaba en su cerebro.
Basándose en autorizadas voces de campos que van desde la neurología a la educación, Carr sostiene que la diaria entrega a las multitareas digitales está incidiendo de manera notoria en la manera de conocer de toda una generación. El pensamiento lineal entra en crisis. Se abre paso un mundo distraído, confundido, compulsivo y ansioso, que mientras premia lo rápido, eficiente y útil, se hace incapaz de concentrarse en una sola cosa; un mundo cultural herido en esas habilidades de reflexión y contemplación que conducen al pensamiento crítico y conceptual, dañado en la memoria a largo plazo y en la agilidad creativa.
Un precedente interesante de esta obra es el pequeño volumen del ensayista italiano Giovanni Sartori, Homo Videns. La sociedad teledirigida, quien no hacía sino constatar unos cambios que ahora Carr extiende a una nueva tecnología intelectual, la del escenario digital. Tanto Sartori como Carr son herederos de las ideas de McLuhan, para quien los medios no son solo canales de información. Proporcionan ciertamente la materia del pensamiento, pero también y sobre todo modelan el proceso de pensamiento. “Y ahora llega Internet “, titulaba Sartori uno de los capítulos finales de su ensayo, sin apenas explayarse en el desarrollo del nuevo soporte. Pues bien: Internet ya está aquí, instalado en la cotidianeidad de la cultura. Y de analizar las consecuencias derivadas de este nuevo modo de aproximarse al conocimiento se encarga Carr en un libro que, como él mismo dice, es descriptivo y no de autoayuda. Abundan acertadas presentaciones de escenarios problemáticos para la adquisición de conocimientos. Desde luego, el libro es un buen diagnóstico. Pero escasean los tratamientos para aprovechar con acierto esta tecnología intelectual. Quizá baste uno concreto: su llamada a acotar a lo imprescindible la multitarea y primar la concentración particular en un quehacer exclusivo del momento.
Referencia:
Homo videns. La sociedad teledirigida
Firmado por Rafael Rubio
Fecha: 3 Junio 1998
Taurus. Madrid (1998). 159 págs. 2.100 ptas. Traducción: Ana Díaz Soler.
Las obras de Giovanni Sartori parecían hasta ahora reservadas a los estudiosos de teoría política. Pero con este libro su autor salta al ruedo del debate cultural, y lo hace con un tema de vital importancia. Sartori defiende la tesis de que la televisión, la imagen, hoy en día se ha convertido en el principal educador, en detrimento de la palabra. Su influencia va más alla de los contenidos y llega a la formación de un modo de pensar que limita gravemente la capacidad de abstracción. De este modo, resulta muy difícil convertir la información en conocimiento: "La preponderancia de lo visible sobre lo inteligible, nos lleva a un ver sin entender".
Sartori nos alerta ante la aparición de un nuevo hombre que puede dejar de ser homo sapiens para ser simplemente homo videns. Un tipo de hombre que tiene como casa el mundo virtual, donde la evidencia de la imagen transforma la ficción en realidad. El pensamiento del homo videns no es más que un conglomerado inconexo de flashes, eslóganes, titulares, imágenes, que no forman conocimiento, que no permiten reflexionar, comparar. Transformado en su modo de ser y de actuar, el homo videns corre el peligro de no abandonar la inmadurez de no ser a la fuerza, de ser voluble en sus razones para actuar y de reaccionar principalmente ante los estímulos audiovisuales.
Fiel a su oficio de estudioso de la ciencia política, el autor aplica la tesis expuesta al campo de la vida política, mostrando la preponderancia que han adquirido en ella los medios audiovisuales, de modo especial en las elecciones. Sartori sale al paso de todos aquellos que, defensores a ultranza de la democracia directa frente a la democracia representativa, han visto en la llegada de los nuevos medios audiovisuales la solución a todos los problemas de la democracia. Sartori advierte que no cabe democracia sin conocimiento, y que el ejercicio responsable del poder exige la formación de una cultura política. Y en esta tarea los medios audiovisuales, que deberían ser aliados, se están convirtiendo en el obstáculo fundamental, al reducir las razones de la elección política a motivos de imagen o puramente sentimentales.
Este es un libro claro, sencillo, curiosamente repleto de ejemplos e imágenes, como si el autor tratara de adaptarse a esa generación frente a la que alerta, la generación del homo videns. Sus sombrías predicciones parecen dar a los medios audiovisuales una capacidad imbatible para teledirigir la opinión. "Tal vez exagero un poco -reconoce el propio Sartori- pero es porque la mía quiere ser una profecía que se autodestruye, lo suficientemente pesimista como para asustar e inducir a la cautela".
Rafael Rubio
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